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Roy Bourgeois, P.O. Box 3330, Columbus, GA 31903
Este libro, publicado por primera vez en mayo de 2012, es el relato del padre Roy Bourgeois de cómo llegó a ser un sacerdote católico y cómo su ministerio llegó a incluir una convicción claramente expresada de que las mujeres católicas están siendo llamadas al sacerdocio.
En noviembre de 2008, la Congregación para la Doctrina de la Fe, de El Vaticano, le ordenó a Bourgeois retractarse de su apoyo público a las mujeres sacerdotes y abstenerse de continuar su defensa. Durante cuatro años, él respondió que retractarse sería una traición a su conciencia, y continuó construyendo solidaridad con el movimiento por la ordenación de mujeres.
En noviembre de 2012, Bourgeois fue informado por El Vaticano que había sido expulsado de su comunidad Maryknoll de 46 años, y del sacerdocio. El Vaticano y Maryknoll dijeron que su decisión de destituirlo del sacerdocio y de su comunidad religiosa “le libera de sus vínculos sagrados”.
Bourgeois responde con un recordatorio de Hebreos 07:17: "Tú eres sacerdote para siempre".
Con la posterior publicación de esta, la segunda edición de Mi Camino del Silencio a la Solidaridad (la primera edición en español), el Padre Bourgeois continúa siguiendo el llamado de su conciencia, trabajando por la igualdad de género dentro de la Iglesia Católica y su sacerdocio. Esta segunda edición actualiza su historia con un epílogo que contiene documentos relacionados con su expulsión de Maryknoll y el sacerdocio, así como una declaración final para esta edición. El libro está disponible en inglés, alemán y español.
Margaret Knapke, redactora
mayo de 2013
Al mirar hacia atrás en la trayectoria de mi vida, lamento las muchas veces que me quedé en silencio cuando los demás a mi alrededor estaban sufriendo discriminación y violencia. Al mismo tiempo, estoy muy agradecido con tantas personas que me enseñaron que el silencio es la voz de la complicidad. Estas personas me ayudaron a despertar y me animaron a romper mi silencio y caminar en solidaridad con ellas y ellos.
Crecí en un pequeño pueblo de Louisiana, y asistí a escuelas públicas segregadas durante doce años. Hasta nuestra pequeña iglesia católica estaba segregada—con cinco bancas reservadas en la parte de atrás para los católicos negros.
Me gradué de la escuela secundaria en 1956. Mirando hacia atrás, no puedo recordar ni siquiera a una sola persona blanca en nuestra ciudad ?ni un maestro, ni nuestros entrenadores machos de fútbol, ni un sacerdote, ni un padre o madre, ni yo? que tuviera el valor de decir: "Aquí hay un problema, y se llama racismo". Más bien, lo que sí recuerdo son los mantras: "La segregación es nuestra tradición", y "Los negros están separados pero son iguales"….
Mi año en Vietnam llegó a su fin, y volví a la familia y a mis amigos y amigas en Louisiana, agradecido de estar vivo. Me di cuenta de muchos cambios al regresar a la pequeña ciudad donde crecí, después de haber ido a la universidad y el servicio militar. A pesar de que las escuelas públicas y la iglesia se habían integrado, el racismo persistía….
Sin embargo, aunque la experiencia en Vietnam marcó mi cambio de guerrero a luchador por la paz, todavía me faltaba mucha transformación. Cuando el Padre Dan Berrigan, S.J., alguien muy reconocido por oponerse a la guerra, dictó una conferencia en nuestro seminario, yo no asistí a su discurso. Me sentí conflictuado. Me pregunté: ¿cómo es que Berrigan y otros podían ser fuertes oponentes a la guerra cuando no habían servido en las fuerzas armadas? También sentí que asistir a su presentación anti guerra habría sido una manera de traicionar a mi buen amigo Ray Ellis, que murió en Vietnam. Sin embargo, a la vez sentía que Berrigan debía hablar a favor de los niños y las niñas en el orfanato del Padre Olivier, así como de otras víctimas de la guerra.
Años después le conté a Dan cómo había boicoteado su discurso y le dio risa. Entendió muy bien mi conflicto. Convertirse en un verdadero luchador por la paz es un proceso, y él reconoce que se requiere tiempo para trabajar los diversos temas que surgen durante el mismo.
Fui ordenado sacerdote católico en 1972 y asignado a la obra misionera de Maryknoll en La Paz, Bolivia. Un barrio pobre en la periferia de La Paz se convirtió en mi hogar durante los próximos cinco años; allí, la gente pobre me enseñó sobre la “teología de la liberación” y sobre un Dios que empodera y da esperanza a las y los pobres.
La Teología de la liberación reconoce y responde a un Dios amoroso que no quiere que nadie sufra de pobreza, opresión, violencia o discriminación. Esta teología nos enseña que Dios llama a todas y todos a la mesa como iguales. Nadie es superior a los y las demás; la comunidad de fe es un discipulado de iguales. Este modelo estructural de iglesia es circular y horizontal, muy diferente al modelo verticalista, en el cual el poder fluye de arriba hacia abajo, el modelo patriarcal que emana de Roma, donde los hombres dominan y se proclaman dueños de la Iglesia y la verdad.
Los pobres también me enseñaron la importancia y el significado de la palabra "solidaridad" en la coyuntura de una comunidad religiosa. En Bolivia, significaba "acompañar" y "caminar con". Ser solidario significaba convertir en nuestra la lucha por la justicia, la paz y la igualdad de un compañero o compañera….
Después de salir de la cárcel volvimos a trabajar y junto con decenas de miles de personas en Estados Unidos hicimos todo lo posible por detener la ayuda militar a El Salvador, que en ese entonces llegaba a un millón de dólares diarios. Sin embargo, nuestras voces no lograron ser lo suficientemente fuertes como para detener el derramamiento de sangre. En la madrugada del 16 de noviembre de 1989, los militares salvadoreños entraron a la Universidad Jesuita de San Salvador, conocida como la Universidad Centroamericana o UCA, y asesinaron a seis sacerdotes jesuitas, la señora que les cuidaba la casa y su hija adolescente.
Esta masacre llegó a las portadas de los periódicos en todo el mundo, y fue enviado un comité del congreso estadounidense a investigarla. A su regreso, el comité informó que los responsables de los asesinatos habían sido entrenados en la Escuela de las Américas (SOA por sus siglas en inglés) del Ejército de EE.UU. en Fort Benning, Georgia. Con el apoyo de mi comunidad Maryknoll, regresé a Georgia y me mudé a un pequeño apartamento justo frente al portón principal de Fort Benning….
Conocí a muchas mujeres devotas en la Iglesia Católica que compartieron conmigo sus profundas experiencias de fe y el llamado que Dios les hacía al sacerdocio. Lo que no dejaba de oír era la misma experiencia que yo había tenido hacía años en Vietnam, cuando sentí que Dios me estaba llamando al sacerdocio. Y lo que seguía escuchando empezó a mantenerme despierto en la noche, mientras me hacía algunas preguntas básicas: ¿No es que Dios creó a los hombres y mujeres como iguales? ¿Acaso el llamado al sacerdocio proviene de Dios? ¿Quienes somos, los hombres, para rechazar el llamado de Dios a las mujeres? ¿No es nuestro Dios Todopoderoso, creador del universo, capaz de potenciar a la mujer para que sea sacerdote?
Me pareció increíble que, durante mis seis años en el seminario y los muchos años que siguieron, no pudiera recordar siquiera una sola discusión con otros sacerdotes sobre el tema del por qué las mujeres no pueden ser sacerdotes. Cuando por fin llegó el momento, lo cual fue raro, en realidad no hubo discusión. Simplemente se afirmó que la ordenación pertenecía sólo a los hombres bautizados porque era "nuestra tradición" en la Iglesia Católica….
En octubre de 2011 participé con una delegación internacional de líderes a favor de la ordenación de mujeres que fue al Vaticano. Allí nos reunimos con líderes de la Iglesia, y entregamos una petición firmada por 15.000 partidarios de la ordenación de mujeres. Presentamos el documental Humo Rosado sobre el Vaticano en un teatro cercano, y mantuvimos una vigilia en la Plaza de San Pedro, con pancartas que decían: "ordenen mujeres católicas" y "Dios está llamando a las mujeres a ser sacerdotes." Una vez más, esto causó un gran disturbio en la colmena del patriarcado. Erin Saiz Hanna (de la Conferencia para la Ordenación de Mujeres en los Estados Unidos) y Miriam Duignan (de Inglaterra, y en representación de Womenpriests.org) junto conmigo fuimos retirados de la plaza de San Pedro por la policía de Roma. Fuimos detenidos durante tres horas y nos confiscaron las pancartas. Una vez más, se trataba de la solidaridad….
Para mí, romper el silencio y apoyar la ordenación de mujeres en nuestra Iglesia tiene que ver con la solidaridad. Tal como me enseñaron las y los pobres en Bolivia hace años, la solidaridad significa "acompañar y hacer nuestra la lucha de otra persona por la justicia y la igualdad".
Al tratar de acompañar a las mujeres de nuestra Iglesia que son llamadas por Dios al sacerdocio, he aprendido mucho…. Durante la lucha por los derechos civiles, el Dr. Martin Luther King Jr. abordó el tema de la liberación. Dijo que los blancos estaban esclavizados por su propio racismo y el miedo que tenían hacia los negros. Recalcó que los blancos serían liberados por los estadounidenses negros a quienes estaban oprimiendo. Como sacerdote católico, veo cómo nuestro sacerdocio enteramente masculino está esclavizado igualmente por nuestro sexismo y el miedo hacia las mujeres en la Iglesia. También veo cómo vamos a ser liberados por las mujeres a quienes oprimimos.